C DE CULTURA

Los territorios de la lengua

Café de la Paz Círculo de lectura Lena Yau Reseña

junio 30, 2022

Laura Linares y Johann Romero Ayala

Los caminos de las palabras son inescrutables

Lena Yau

En 1492, tras la caída de Granada, los judíos que habitaban, durante casi ocho siglos, España, se ven obligados a abandonar sus casas. Cuentan que en Toledo, aquellos judíos se llevaron consigo sólo dos cosas: el español antiguo medieval y las llaves de sus hogares. Jorge Luis Borges escribió un soneto a raíz de este suceso.

Abarbanel, Farías o Pinedo,

arrojados de España por impía

persecución, conservan todavía

la llave de una casa de Toledo.

Libres ahora de esperanza y miedo,

miran la llave al declinar el día;

en el bronce hay ayeres, lejanía,

cansado brillo y sufrimiento quedo.

Se dice, ahora, que esa llave es una metáfora y son las palabras, para que al ser pronunciadas se abra una puerta a la memoria. El ladino, la lengua del pueblo sefardita, que encontró refugio en países como Turquía y Marruecos y posteriormente en Argentina, México y Venezuela entre otros muchos países, sigue hablándose y con ello se conserva toda una tradición y cultura. Hormigas en la lengua, novela de Lena Yau, publicada en 2021, dentro de los ejes que la hilvanan son la memoria, la lengua y los alimentos.

Esta exposición del ladino está presente en Pino, uno de los personajes de la novela,  a partir de su  pasado familiar. La búsqueda de esas llaves imaginarias, de alguna manera, construyen la historia y una parte de su mundo interior; sus vacíos y anhelos.  Hay un mundo íntimo expresado en, incluso, textos escritos en ladino que atraviesan la obra. Pero lo que hace avanzar esta novela es el conflicto de tener ese pasado cuando el presente es otro, otras lenguas, otra vida.

Además  de la lengua histórica, hay algo de suma relevancia y esto es: la palabra pura, sola como la piña en uno de sus pasajes «una piña per se es deliciosa. Revuelta con naranjas y uvas pierde vigor, naturaleza inmediata, realidad real…». La propia novela nos entrega la manera de buscar, acercarnos a la unidad léxica, ver la palabra como símbolo. Por eso quizás la manera más atinada de hablar sobre esta novela es a través de una palabra: la empanada. 

 «Le pregunté a Maita por la empanada gallega y no sabe. Conoce la de cazón, la de molida, la de mechada las de pabellón pero las gallegas no».

 No existiría esta novela sin la palabra empanada. Hay dos empanadas: la de queso en la cantina, en la casa de Douglis y la empanada gallega en la lonchera, en el restaurante de los amigos de papá ¿Cómo sobrevivir a una palabra polisémica, a la variación conceptual motivada por la geografía, a querer comer una empanada y la otra no? Esa es la novela.

No es casualidad que esta palabra tan importante en Hormigas en la lengua  pertenezca al léxico de la alimentación. La novela es la fusión entre la palabra y los alimentos.. Su narrativa sorprende porque llega a abordar conflictos de migración, cuerpos, amores, amistades, educación, exclusión de clases, salud  mental pero siempre nos deja un sabor real en la boca, a aceitunas, calamares, a avena, a pan, a yuca, a berenjena.  Esa insistencia sútil y orgánica en nombrar los sustantivos pertenecientes a un léxico gastronómico en diversos contextos forma los espacios emocionales e históricos que pasan por la mesa sin que nos hayamos tenido que sentar en ellas.

Durante el mes de junio, en cuatros sesiones de taller y lectura colectiva, pusimos sobre la mesa la obra de Lena. Hablamos de cómo nos interpelan estos temas y realizamos unas dinámicas donde los alimentos eran detonantes de escenas con un íntimo afecto: la mandarina que se comparte en el transporte público, el mole verde con los poetas y las sillas, el vino, los nachos y las palomitas, el chocolate…Cada una de estas palabras guarda un recuerdo, porque las palabras son eso: territorios de la memoria. Evocamos lugares, personas, y cuando las decimos es inevitable no quedarnos ahí, mirando como si estuviéramos detrás de una ventana.

«(Fíjate. No se aprende nunca. Hoy te busco en cada aceituna).»

En la última sesión que tuvimos pedimos que cada uno de los participantes hiciera una receta para alguien. Las recetas son este género de complicidad con alguien, pareciera que se habla en código y que sólo la persona para quien está escrita sabe descifrar. Nos hubiera gustado compartir alguna pero como se ha dicho, son un secreto.

«Pudo ser adefina.

Significa guiso en su primera acepción y secreto en la segunda.

(Cosa que si se piensa es tremendamente redundante por que un guiso es un secreto enumerado en las páginas de un libro, un esquema en una hoja suelta o un arcano escrito en ese papel blando que es la memoria.)»

En la novela observamos que cada relación con la comida nos abre el universo de los personajes y las formas en que interactúan con ella, que van desde el odio por ingerirla, el amor excesivo por ingerirla, la obsesión por ingerirla, el amor por cocinarla, el odio por cocinarla, el sometimiento por cocinarla, comercializarla, comprarla, venderla… Todos se relacionan a partir de allí,  reconociendo que son eso y la manera en que hablan o escriben. La comida, su ausencia o presencia les ha hecho hablar, escribir y ser:

«Además yo no escribo sobre comida.

No voy a restaurantes a hacer crítica gastronómica,

No tengo que comer para escribir.»

«Hablo como soy. Para mí es una medalla. No me aleja, me acerca. Incluso en mis conferencias soy populachera, Le di la vuelta a la decepción y la transforme en un aprendizaje que proyecté al negocio. Esa fue la historia, pargo de sauna.»

«Quiero dejar por aquí registrado que por más esfuerzos que hago por más planas que repito y por más que autorregulo mi ingesta, la palabra, que es terca y puñetera, se empeña en joderme la existencia.»

Las palabras y los alimentos, sin una frontera muy clara entre ellos,  construyen la identidad e historias de los personajes en esta obra. Textos poéticos que nos invitan  a universos, de la ingesta, y su movimiento fuera y dentro del cuerpo. Una novela que no es gastronómica pero que nos presenta la interacción con la comida en un espacio social pequeño, con pocos personajes pero que se extiende de manera insospechada en realidades espaciales y temporales. Leer esta novela y sentir hormigas en la lengua.