Feminismo(s)[1]
Soy feminista y me rasuro las piernas, me pongo vestidos y salgo con un hombre. También soy feminista de pelo corto y de sexualidad fluida. Es decir, mi feminismo me permite ser lo que soy porque quiero serlo (aunque suene como comercial de Barbie). Sé que me rasuro las piernas porque estéticamente me han enseñado que se ven mejor y, por lo tanto, yo me siento incómoda cuando no están rasuradas. También sé que mi vello es natural y que no debería de tener que depilarme para adherirme a cánones de belleza occidentales. Esto lo sé y eso es lo que el feminismo busca… que lo sepa.
Existe la idea de que hay una cierta esencia de feminidad: tener el cabello largo, usar vestidos y faldas, casarse y tener hijos, etc. Y, también se cree, que romper con esta idea de feminidad funciona como un golpe al patriarcado. En muchos casos sí: en muchos casos te das cuenta de que te rasuras porque te lo impusieron y no porque tú quieres, pero en otros casos no, en otros casos sólo te gusta la sensación de rasurarte. Tener que negar la propia feminidad para asumirse como feminista, ¿no es otra forma de ser presa de lo que dicta el patriarcado? Negar tus gustos “girly” para ser “más feminista” sigue siendo negar tu propio ser y, por lo tanto, no estás teniendo la voz que el feminismo busca darte. Creo que estamos en un punto del feminismo en el que no se trata de dictar lo que está bien o lo que está mal, sino de cuestionar por qué, por qué queremos lo que queremos, por qué deseamos lo que deseamos y por qué somos como somos.
Yo no soy nadie para decirle a mi mejor amiga regia que no se puede casar y tener tres hijos como siempre quiso, pero puedo preguntarle si quiere hacer otras cosas también, si quiere tener dos hijos en lugar de tres, si me deja ponerle a su hija Lola, etc. Y si ella todavía quiere ser mamá, eso no la hace menos feminista. Quedarse en casa a cuidar y criar a tres magníficos hijos es tan válido como ir a la NASA a trabajar de ingeniera. No hay un feminismo mejor que otro. No soy más o menos feminista que tú o que tú. El feminismo es un devenir constante, todos los días es cuestionarse y preguntarse por qué. Básicamente, es un “amiga, date cuenta” infinito.
La pregunta entonces es: ¿qué es el feminismo?
Y la respuesta más popular sería “una lucha por la equidad entre hombres y mujeres”, donde las mujeres aspiran a tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres ¿no? Y eso, en práctica, es justo donde estamos. Seguimos luchando por igualdad de salarios, por poder salir solas de noche como nuestros amigos, porque nos ofrezcan los mismos trabajos, etc. Tristemente seguimos en ese punto.
Pero, la pregunta esencial sería, ¿por qué queremos ser iguales / equitativas a los hombres? O sea, ¿por qué son los hombres el punto al que hay que aspirar? Si la base de la doctrina feminista es establecer a las mujeres como autoras de su propia vida, ¿por qué sería el hombre el modelo al que equipararse? ¿Por qué es el hombre el neutro? ¿Por qué es “hombre” y no mujer sinónimo de persona? El ejemplo más claro es justo la lucha del lenguaje inclusivo[2], donde decir todos refiere a hombres y mujeres, porque el hombre es el todo, mientras que la mujer ni siquiera es tomada en cuenta.
Y aquí me voy a agarrar un poco de la teoría, con un breve recorrido por la historia de la filosofía. Por un lado tenemos a Aristóteles que decía que las cosas tienen una sustancia que les da su ser. Las cosas, entonces, entran en una casilla y son en función de esa casilla. Por ejemplo, un plato es un plato porque tiene platitud. Yo, para ser Nora, tendría Noritud, etc. Lo que no tiene una casilla, no existe porque no puede ser pensado. Por ejemplo, las corporalidades que no se leen como femenino o masculino (intersexuales, cuir, etc.) tienen problemas dentro del sistema, constantemente deben de adherirse a una casilla aunque no sea la suya porque la suya todavía no es pensada. Se le llama diferencia a aquello que no entra en una casilla.
Pasamos ahora a Descartes que establece la noción de sujeto. Y se divide la razón del cuerpo (con su frase “pienso luego existo”). El problema es que como el sujeto es el intermediario que proporciona el ser de las cosas, aquello que ni es objeto, menos se puede pensar. La diferencia entonces desaparece. Y estoy hablando de la diferencia porque el mundo femenino se considera como diferente, es decir, en general se asume que la mujer es más cuerpo que razón (más pasional, más sentimental, menos lógica) y como vimos con Descartes tendría un lugar más bajo en la jerarquía.
Lo mismo pasa con la forma de pensar femenina, todos hemos escuchado la frase “es que a las mujeres no hay que entenderlas, sólo amarlas”, donde pareciera que la mente femenina no sólo es diferente, sino que es inexplicable. Esto ocurre porque se nos pide que nos adecuemos a una forma de pensar que al mismo tiempo nos excluye. Es como si a la mujer se le pidiera que existiera y pensara en un mundo donde no puede existir y pensar, como estar en un país extranjero y tener que traducir todas las palabras aunque para algunas no haya traducción exacta.
Lo que se plantea, entonces, especialmente con el feminismo de la diferencia, es una nueva forma de ver el mundo. Y, aunque hay muchas cosas que se le pueden criticar a estas feministas, creo que su devenir es una de las invitaciones más bonitas que hay. Por un lado, se pide pensar en el cuerpo como situación. Ya no hay un “a priori”, una esencia, un antes, ni algo estático, sino que todo depende del cuerpo mismo. Y el cuerpo ya no es un estorbo que nos pone por debajo de la jerarquía previamente mencionada, sino que se convierte en la base de nuestra existencia. Ya no es un “ama tu cuerpo” sino un “sé tu cuerpo”. Porque, al final, somos un cuerpo. Al asumirnos como cuerpo, se nos invita también a conocerlo, a dejar de hacer tabú el sexo, la menstruación, la vagina, todo es parte de nosotros.
De la idea del constante devenir, surge también lo femenino virtual (como algo que está por inventarse siempre) funciona como algo que es simultaneo y resiste a la forma establecida. Es una especie de crear constante. Uno de sus ejemplos más bonitos es pensar en el deseo no como una falta. No pensar en sólo desear lo que no tenemos, como unos zapatos nuevos. Aquí podemos hablar del deseo hacia otra persona, donde no se asume a esa persona como un objeto que me falta o me complementa, , sino como algo que circula, como una afirmación, como un conjunto de circunstancias, una atmósfera, un color.
Como una nueva forma de ver el mundo, el feminismo también se asume como un constructo jerárquico horizontal, aquí estoy pensando en el anarca feminismo. La imposición de uno sobre otro sigue ejerciendo un tipo de violencia, entonces se buscaría que en lugar de invertir de un patriarcado a un matriarcado, existiera una nueva forma de relacionarnos. Por ejemplo, las anarca feministas no buscan tener a una mujer presidenta porque sería mantener el sistema de opresión, aunque ahora por parte de una mujer privilegiada y no un hombre. Lo que se plantea es una nueva forma de ver el mundo, basada sobre todo en la vulnerabilidad y las redes de apoyo. No se trataría de combatir violencia con violencia, sino de asumir la vulnerabilidad. El ejemplo más concreto de esto (perdón por mis referencias de puberto) es el final de Divergente, cuando están peleando y ella se da cuenta de que para ganar tiene que recordarle su humanidad. Entonces, en lugar de golpearlo, toma la pistola de él y se la pone en la cabeza, asumiendo por completo su vulnerabilidad y logrando que él la reconozca por fin.
La economía feminista buscaría entonces poner primero la vida y luego las necesidades sociales. Donde se tome en cuenta la crianza, las mamás que van a trabajar y dejan a sus hijos con una nana pero la nana al mismo tiempo deja a sus hijos con su mamá, etc. Buscaría organizar la vida en común a partir de los cuerpos vulnerables, donde la economía mundial no gire sólo en torno a la producción sino que tenga en cuenta a la reproducción. Es pensar que ninguna vida se sostiene sin otras vidas, necesitamos relacionarnos con el otro, afirmar y valorar esas redes que nos sostienen. Asumirnos vulnerables y, sí, asumirnos feministas.
[1] Texto adaptado parcialmente de una plática en el evento Adviata.
[2] Donde se escribe todxs o todes para referir a los cuerpos que no se leen en masculino