C DE CULTURA

Espacios seguros y de visibilidad para artistas mujeres

Arte hecho por mujeres Colectivos de arte feminismos

septiembre 16, 2021

María Olivera

¿Cómo empezar a articular una discusión sobre arte y feminismo? Al reconocer la amplitud del tema me fui dando cuenta de que dicha conversación necesariamente tenía que ser pensada desde lo colectivo, porque ninguna reflexión sobre estos tópicos sucede de manera aislada. Comencé a mirar con atención el contenido que aparecía en mis redes sociales y fue así como redescubrí varios proyectos que, desde distintas trincheras, compartían una misma misión: crear redes de apoyo que nos permitan, como mujeres creadoras y espectadoras, existir plenamente en el mundo del arte, porque este espacio también nos pertenece.

“Nos gusta dar visibilidad a creadoras: escritoras, ilustradoras, músicas, cineastas, a todas. Buscamos que, con ello, más mujeres se animen a crear, y que se nombren como creadoras. Incluso a nosotras nos ha sido difícil denominarnos así, por pena o por no sentirnos lo suficientemente ‘profesionales’, pero las mujeres siempre hemos creado, y lo seguiremos haciendo.” El colectivo detrás de estas palabras se llama Las Bengalas y es un proyecto cultural autogestivo, por y para mujeres, creado hace más de cuatro años. Comenzó como una plataforma digital de difusión de creación artística, y actualmente sigue construyendo una comunidad incluyente, mediante talleres enfocados en escritura, historia del arte hecho por mujeres, promoción lectora, dibujo, yoga, entre muchas otras actividades. Las redes sociales de Las Bengalas, además de tener una identidad visual bellísima y recordar amablemente que hay que tomar agua todos los días, se suman a la difusión de proyectos artísticos realizados por mujeres. Esto les ha permitido conectar con creadoras de diversas partes de la república y fuera del país en muchos ámbitos artísticos como la literatura, la música y las artes visuales, por citar ejemplos.

Ilustración de Unamonique y texto de Dulce Mireles

Si bien los feminismos actualmente nos han invitado a mirar con atención la manera en que nos relacionamos y nos posicionamos frente al mundo (el del arte incluido), es necesario seguir reconociendo lo complejo que es realizar y exponer el trabajo artístico de las mujeres. No sólo la visibilidad y los reflectores están dirigidos a los hombres, sino también los recursos. Ante esto, espacios como Lolita Pank resultan tan importantes, porque no sólo conectan, promueven y exhiben proyectos realizados por mujeres y la comunidad LGBTQ+, sino que también ofrecen un lugar de acompañamiento creativo. Alma Camelia, artista y fundadora de Lolita Pank, platica: “la plataforma surge por una necesidad, como creadora, de contar con un espacio seguro y más accesible para promover mi trabajo y el de otras creadoras”. Actualmente cuenta con tres programas activos: FRANZISKA, LaBIAR y Galería, cada uno con colaboradoras fijas y especialistas que se suman en cada edición. “La base de la plataforma es apoyar proyectos de mujeres y LGBTQ+, ya que en mi experiencia ha sido difícil encontrar espacios que me representen y en los que me sienta segura o acompañada. El proyecto surge como una respuesta al medio machista, misógino y elitista.”

Parto de esta declaración para hablar de Co-Lab, un proyecto de arte colaborativo en línea que surgió durante la pandemia y que busca generar lazos horizontales basados en el diálogo, la escucha mutua y la experimentación. En conversación con este colectivo, sus integrantes se refirieron a su labor como “un espacio de arte colaborativo que genere un emplazamiento ‘sin paredes’ o sin muros. Es decir, un lugar que funcione como un punto de encuentro entre lxs artistas y el público interesado en la participación activa”. Su plataforma principal es Instagram, en la cual desarrollan un ejercicio visual-textual que conecta a artistas emergentes, agentes que dialogan con su trabajo y una audiencia en crecimiento.

Cortesía de Lolita Pank

La primera impresión que tuve al leer las respuestas de estos colectivos fue una emoción genuina por saber que las mujeres están generando cambios e impulsando proyectos que aboguen por la visibilidad de las artistas, pero un trago amargo vino después: ¿qué experiencias dentro del circuito del arte nos han obligado no sólo a buscar la manera de (re)apropiarnos de estos espacios sino a crear nuevos circuitos? 

La palabra que apareció en todas las propuestas fue seguro: crear un espacio seguro, impulsar un proyecto seguro. Pensé de inmediato en la serie de abusos que se denunciaron en el MeToo, por ejemplo, donde se incluían experiencias de acoso, abuso sexual, violencia de género y violencia psicológica por parte de profesores de la Academia de Artes, artistas, curadores, directores, entre otros agentes del circuito. También reflexioné sobre cómo esta carga nos había encaminado no sólo a apoyarnos las unas a las otras desde la sororidad y la empatía, sino a entender que quizá el mejor camino era deslindarnos de los espacios conocidos para crear nuestros propios circuitos que surgieran como respuesta a los dispositivos tradicionales y hegemónicos en el arte.

“Reconocemos el borramiento y deuda que tienen la historia e historiografía del arte con las mujeres y disidencias varias. Reconocemos también los roles de poder presentes incluso en figuras curatoriales y artísticas, y nos rehusamos a perpetuar dinámicas de este tipo tanto en la esfera del arte como en las esferas públicas y privadas.”. Esta respuesta de Co-Lab se acerca a una posible fórmula para nombrar y acomodar la ola de violencia machista que de pronto se hace tan evidente en el mundo del arte. No es que ahora los reflectores estén puestos en las mujeres porque es lo que está de moda y vende, sino que cada vez son más las voces dispuestas a ponerle fin a los abusos de poder e impulsar el reconocimiento de las mujeres como creadoras y artistas, dignas de difusión y apoyo. Sabemos que este asunto se ha estado gestando desde hace muchos años. Pensemos, por ejemplo, en los primeros pasos que dio Mónica Mayer con la certeza tan grande de que “el arte tiene que ser lo que nosotras necesitamos que sea”[1], pero no ha sido tan sencillo. Encontré entonces que, aunque cada colectivo tenía un sello particular, los unía la necesidad de alejarse de circuitos misóginos y machistas, así como de pensar un futuro más justo e incluyente. Entre las respuestas a la pregunta de cuáles son sus planes a tres o cinco años, hubo varios puntos en común: consolidar las labores de estos proyectos para que más artistas tengan la oportunidad de mostrar su trabajo y ser remuneradas por ello, crear más espacios físicos y digitales en los que puedan continuar con el apoyo mutuo, economía justa y seguir tejiendo una red de mujeres artistas donde veamos que no estamos solas y que podemos inspirarnos las unas a las otras.

Cortesía de CoLab

Hay motivos bellísimos para seguir de cerca a estos y muchos otros proyectos que hacen la labor consciente de generar espacios seguros y de visibilidad para el trabajo artístico producido por mujeres. No dejemos pasar la oportunidad de conocer qué están haciendo las mujeres en el arte. Como mencionan las fundadoras de Co-Lab: “hay que luchar todos los días por un lugar al cual llamar ‘nuestro’ dentro del mundo del arte en México”, y yo agregaría que hay que luchar también por seguir desarticulando la violencia machista que tanto daño ha generado. El fin último, quizá, es que ese espacio seguro sea algún día todo el circuito del arte. Mientras tanto nos queda la colectividad, el apoyo y el arte entre morras.

Agradezco la voluntad de las colectivas que se sumaron para contarnos de sus proyectos:

Las Bengalas (Dulce, Fabiola, Sally, Monique y Mariana), Co-Lab (Bárbara, María Fernanda y Marifé), Lolita Pank (Alma, Alejandra, Cecil, Cintia y Zayd). ¡Larga vida a cada uno de sus proyectos!

Las Bengalas: @_lasbengalas

Co-Lab: @colab.arte.texto

Lolita Pank: @lolitapank


[1] Montaña Hurtado y Mónica Mayer. “Montaña Hurtado MIRANDO a Mónica Mayer”, Mujeres viendo mujeres. https://mujeresmirandomujeres.com/monica-mayer-montana-hurtado/

María Olivera, trabaja en una galería de arte contemporáneo en la Ciudad de México, estudió literatura y ha escrito para diversos medios como NexosLa Tempestad y Letras Libres. Le interesa el arte contemporáneo, la crítica de arte y el feminismo. Su manifiesto favorito es «Ternura radical».