C DE CULTURA

Cocinar y ser alimento: el camino hacia un lugar de pertenencia

Café de la Paz Círculo de lectura

agosto 31, 2021

Laura Linares

“comer es consumir, terminar, acabar con algo,

comer es un acto de presente casi puro, o por lo menos

un acto sin futuro”

Martín Caparrós


Imposible categorizar bajo los nombres arbitrarios de los pactos sociales, desafía lo político con su propia existencia de manera silenciosa, discreta. Solo ejecuta la acción, rompe con las leyes del mundo civilizado y moderno. Su irreverencia no se trata de una revelación de identidad escandalosa, ni tampoco de algo relacionado con el género, va más allá; es algo que parece una incomodidad con lo humano «ser yo misma me parece un peso insoportable», escribe Myriam, la protagonista de la novela francesa Cómeme

En las primeras líneas, Agnès Desarthes, la escritora de la novela, suscita una curiosidad morbosa sobre cómo Myriam ha llegado al momento en el que inicia la narración: una mujer que escribe sobre sí misma, y que además asume y alardea su carácter de mentirosa. Miente a la institución más consolidada de nuestro orden político: el banco. Miente y le creen. 

Cómeme es una novela que transcurre en París de los 2000’, Se centra en el personaje de Myriam, quien, al verse sumida en el fracaso emocional, social y económico, decide abrir un espacio para ofrecer comida a la gente del barrio. Desea emprender este camino con el fin de darse una oportunidad a sí misma de reahacer su vida. La protagonista es una mujer que está sola, que no pertenece a ningún lugar y que empieza a tropezar con personajes que llegan a las puertas de su restaurante. Myriam es cocinera pero también es lectora y escritora, y, aunque son pequeños los guiños, mientras escribe la novela, sale y entra de la narración a sus pensamientos; escribe cartas y otros textos que no son la novela, sin que nos demos cuenta fácilmente. Se trata de un ejercicio metaliterario confuso en primera instancia que revela las emociones y vivencias de esa mujer enigmática.  

Así, con la primera aparición de este personaje, se inaugura la confusión de lo que se cuenta. Myriam se presenta como un ser de muchas vidas; alguna vez madre, alguna vez cocinera de un circo. En la primera escena que aparece ella, está desnuda. Muy lejos de una escena erótica, este pasaje, muestra la potencia detrás de las imágenes en su escritura: 

«Pongamos este fregadero. Al introducirme en él no pienso en que carezco de bañera,… No, no echo en falta la materia noble, sino que más bien reparo en la versatilidad del acero inoxidable, sólido y ligero, hueco e indeformable, ni frío ni caliente por naturaleza, sino sucesivamente frío y caliente según la temperatura de la materia con la que entra en contacto; como un eco de mi propio sistema de regulación térmica, frío con las personas frías, caliente con las cálidas, sin matices, sin término medio, solo la adhesión. Es lo que algunos llamarían flexibilidad, esa misma flexibilidad que me permite bañarme con holgura en un fregadero de cincuenta centímetros de ancho».

En esta imagen puede verse la esencia salvaje de la protagonista. Bien podría ser un apio, una especia, cualquier verdura, una fruta remojada en el fregadero de su cocina, un trozo de cordero, una pechuga de pollo. Podría decirse que tiene algo de salvaje porque está desprovista de los mínimos cuidados y supuestas “necesidades” humanas como tener una bañera, una casa, una familia o un lugar en la sociedad. Lo salvaje, solemos confundirlo con feroz, pero no, salvaje es lo “que se ha desarrollado o permanecido sin contacto con la cultura y la civilización humana, que no ha sido domesticado”[1].

A pesar de que no se siente cómoda con la categoría, Myriam se percibe a sí misma como un humano: “Nosotros, los humanos, nos mantenemos al margen de la cadena alimenticia. Nosotros, los humanos, estamos solos. Un escalón por encima de los grandes depredadores. Somos parias de este maravilloso sistema…”. En estas palabras se puede notar el desprecio de esa exclusión; la protagonista detesta no pertenecer al ciclo salvaje, en el cual hay depredadores y presas. 

Myriam revela a lo largo de su escritura un deseo de emancipación del cuerpo humano; un deseo tanto corporal como emocional. Ha querido ser algo diferente a lo que es. Se podría decir que añora entrar en el orden de lo natural, de quienes no viven sino sobreviven: «la compañía neutral de las plantas, que no hablan, ni oyen nada, no tienen deseos, tan solo necesidades… Me habría gustado tomarlas como modelo, imitarlas…». 

En la novela se empieza a construir no solo la historia de Myriam, sino la historia del restaurante de la protagonista, el cual se convierte en una casa, una casa que se convierte en un restaurante, el lugar “donde el mundo viene a ella”; donde es humana, donde es salvaje, donde es cocinera y comida. 

Esta es una novela en la que todo está en constante movimiento y transformación, como lo que se guarda en la despensa de la cocina. No hay límites. Myriam no cree en las categorías: «En Mi Casa hay lechuga ordinaria y lechuga romana, también rúcula, que suelo agregar al jugo de las carnes, porque se me ha metido en la cabeza que la rúcula es un alimento cárnico y estoy empeñada en reconciliarla con su condición animal».

Inicia el trabajo; abre un centro de consumo y comienza a construir la casa en ese local. El trabajo es la auténtica forma de existencia humana, pero justo en la conformación del orden político, desde la Grecia antigua, no se puede pertenecer a la polis, a la vida política, sin una casa, sin un lugar de pertenencia[2], un ser sin casa no puede pertenecer al sistema. No en vano siglos y siglos después, para cualquier trámite está el requisito indispensable: tener un COMPROBANTE DE DOMICILIO. Myriam empezará a crear el lugar íntimo y social en un mismo espacio.[3]

Quizás el oficio de cocinera es lo que permite esta apertura y consciencia para disolver y moldear los límites de la materia. Es difícil entender que un oficio tan íntimo y fundamental para el hogar pueda ser salvaje. La cocina es una paradoja en sí misma :desde su origen, ha sido un proceso alquímico en el que se ha logrado conciliar estos dos mundos, y ella no se ha apartado de esa raíz:

«No hago cálculos, no pienso en nada, me dejo guiar por mis instintos sin basarme en ningún menú provisional… Mis manos van más rápido que mi mente. Eso exige una gran relajación y una inmensa concentración. Uno ha de renunciar a la idea de que es el cerebro quien dirige y apoyarse completamente en los nervios y la memoria. Es un estado preconsciente, algo así como un regreso al instinto puro»

Estos sentimientos sobre la propia existencia, desconocerse y reconocerse como humana, vegetal y animal, empujan a que sea una novela atravesada por la filosofía. Encontraremos en la historia; La metamorfosis de Ovidio, Cartas a un joven poeta de Rilke, las cartas de Rosa de Luxemburgo, la Crítica de la razón práctica de Kant y La condición humana de Hannah Arendt. Muchas de las preguntas que se plantea Myriam, las podemos encontrar en sus referencias. Es esta una obra que también puede servir de guía filosófica occidental. 

La existencia de Myriam es un devaneo, una constante búsqueda de ese lugar alejado de las tristezas y normas que han destrozado su vida. Sin embargo, la tragedia sucede porque no sabe dónde puede encontrar este lugar en el mundo que la permita estar en paz; no sabe si es en esta nueva cocina o lejos de ella. 

Quizás Myriam narra su intento por regresar a la polis y también nos cuenta el acto de desobediencia que la expulsa, parece buscar un lugar en la sociedad pero la sociedad entendida como “societis del genero humano”, la vida en el exterior, en la ciudad. Pero ¿Myriam realmente quiere pertenecer a la polis?, ¿o preferirá fundirse en la naturaleza, en el estado salvaje?, ¿ser alimento y alimentar? Una novela exquisita, donde se degustan los sabores más finos y amargos del placer y la supervivencia.

 

  1. Diccionario del español de México https://dem.colmex.mx/ 
  2.  Ideas expuestas por Hanna Arendt, en su libro La condición humana. 
  3.  Ideas expuestas por Hanna Arendt, en su libro La condición humana. En el libro Memoria y morada, de Rossana Cassigoli, encontré unos pasajes donde puede entender de una manera transparente cómo la casa forma lo humano, la casa permanente y lineal. En su ensayo recurre a las escrituras del Zóhar, donde Dios pide a los habitantes de la tierra la creación de la casa como el acto inaugural del orden humano, y ¿cuál es el centro de la casa? la cocina. 

 

Bibliografía 

  • Arendt, H. (1958) La condición humana. Buenos Aires: Paidós
  • Cassigoli, R (2011) . Morada y memoria. Antropología poética del habitar humano. Barcelona: Gedisa y UNAM 
  • Deshartes, A ( 2016). Cómeme. Baile del sol

**Esta texto fue escrito para difundir el círculo de lectura «Café de la Paz»**