C DE CULTURA

17 reflexiones sobre escritura y comunidad

Ensayo Literatura y comunidad Talleres literarios

marzo 15, 2022

Sujaila Miranda

Cuchicheamos, hacemos ruido, nos reímos a 

carcajadas. Y escribimos juntas.

Vivian Abenshushan




1. Decidí ser escritora en 2019. El mismo año en que apareció el #MeTooEscritoresMexicanos. El año en que el sistema jerárquico y opresor de la literatura comenzó a caer de manera más notoria. A partir de ese momento me encontré con una comunidad de mujeres y me sentí afortunada. No obstante, soy consciente que compaginar la escritura con el sentimiento de pertenecer a una comunidad es un pensamiento sencillo de expresar, pero la tarea de toda una vida. A lo largo de mi formación profesional, se han entrecruzado estos dos elementos gracias al surgimiento de ciertas experiencias, reflexiones y lecturas. He aprendido que, para que la comunidad subsista, ésta debe estar en una dinámica cíclica y en un constante intercambio entre quienes la integran. Ese intercambio es sustancialmente narrativo y puede estar en un formato de historias escritas, siempre hechas a partir de una base social. En otras palabras, la escritura y la comunidad se nutren constantemente una a la otra.

2. Al cursar mi primer semestre en la Facultad de Filosofía y Letras tuve un seminario con el filósofo Enrique Dussel. Nos explicó, con categorías filosóficas, los elementos que establecen el concepto de comunidad. Empezó diciendo que la Proximidad es la acción de establecer un “cara a cara” con alguien a través de la cual se reconoce la Totalidad de la otra persona, es decir, su ser. Luego dijo que la lengua es la Totalidad expresiva del mundo. El ser humano dispone del lenguaje para fijar y objetivar un sentido de la realidad y de su propia existencia; también es lo que permite que haya un encuentro cara a cara, puesto que la lejanía inicial que existe entre dos personas exige que haya comunicación por medio de signos (lenguaje) para que se restablezca la Proximidad. Así pues, sin lengua no hay Proximidad, y sin Proximidad no hay comunidad. El lenguaje permite acercarnos entre nosotras. Y, si la escritura es una forma esculpida del lenguaje, su acercamiento será desde ángulos distintos, quizá desde lo íntimo y privado.

3. Cuando inició la pandemia quise mudarme con mis abuelxs. Al poco tiempo comencé a leer la novela Como caracol (2019), de Alaíde Ventura. Tan solo dos días después, mi abuela amaneció débil y con la oxigenación baja. La llevamos al hospital en un viaje de 45 minutos en carretera en el que apenas podía mantenerse consciente. Durante todo el trayecto, le acaricié la cara y le hice preguntas para mantenerla despierta tal como el médico me había indicado por teléfono. La novela de Alaíde trata sobre la relación de una joven con su maravillosa abuela con Alzheimer. En un capítulo, la abuela sufre un desmayo y la nieta debe llevarla al hospital. Es curioso cómo ciertos libros llegan en el momento más pertinente. En la sala de espera, las letras de la autora me hicieron sentir acompañada durante uno de los momentos más difíciles de mi vida. Pienso que la comunidad en la escritura no sale a flote únicamente durante la realización práctica, sino que sobrevive por más tiempo en el producto final y se revitaliza cada vez que un par de ojos recorren por primera vez las palabras de una obra. En mi caso con la novela de Alaíde, fue como si una mano amiga se extendiera cada vez que abría el libro y dijera: “soy la historia que te va a sostener mientras atraviesas por este instante, porque reconozco el dolor y amor que sientes”. Fue un cara a cara literario. La novela logró conmigo un apapacho mágico.

4. Rita Segato, en su libro La guerra contra las mujeres (2016), afirma que para que exista una comunidad debe haber una densidad simbólica, la cual normalmente se genera por medio de una cosmovisión. También señala la importancia de que los miembros de una comunidad tengan la convicción de provenir de una historia en común, que se dirija hacia un futuro en común y que dé continuidad a la existencia compartida. Es decir, una comunidad es tal por el hecho de que comparte una historia.

5. Un modo de hallar comunidad en la escritura es a través de los talleres. La primera vez que entré a uno fue en marzo de 2020. Le pregunté a una amiga si podía formar parte del suyo, ella me dijo que antes tenía que consultarlo con las participantes. Un mes después me escribió para explicarme cómo funcionaba. Era sencillo: debía mandar mi texto por correo a varias personas, leer todo lo que esas personas enviaran y vernos en casa de mi amiga el lunes a las 8 p.m. Fui la primera en llegar el día de la cita. En total asistimos cuatro (faltaron dos escritoras). Como un ritual, varios elementos fueron colocados sobre la mesa antes de comenzar el taller: galletas, quesos, una botella de un licor azul fosforescente, tazas, tés, libretas, plumas y laptops. Cada quien tomó un lugar y comenzamos. Recuerdo que todo fluyó en orden y sincronía, como una actividad biológica.

6. Mientras esperaba con emoción cada noche del lunes, poco a poco me encontré con quejas de amigas y compañeras escritoras sobre los talleres a los que habían asistido (ellas llevaban más años frecuentando esos espacios, yo era una primeriza). No comprendía del todo sus experiencias, me era ajeno el mansplaining autoritario del que hablaban; así que me quedaba callada y las escuchaba. Simpatizaba con ellas y me ofrecía como lectora de sus textos pero, francamente, yo estaba en la inopia. Fue hasta que me encontré con el ensayo “Disolutas (a ante cabe con contra) las pedagogías de la crueldad” de Vivian Abenshushan, que los reclamos de mis amigas adquirieron un espacio más materializado en mi entendimiento. La autora habla sobre la tradición del taller literario en el país y dice que es “una institución con más de cincuenta años de existencia en México y practicada en todo orbe, opera menos como un espacio de diálogo o transmisión de saberes, que como la escuela que produce (y reproduce) el sistema literario como orden patriarcal”. Ella decidió huir del término y el formato taller. Sin embargo, en 2017 la invitaron a impartir uno en Oaxaca y aceptó con la condición de realizar una alternativa: un laboratorio de escritura, un espacio horizontal y común entre mujeres para explorar formas colaborativas y experimentales de escritura. La descripción que hace del espacio es la siguiente: “… un lugar de creación colectiva (…) donde nunca de los nuncas se conjugaba el verbo tallerear. Preferimos reescribir, contextualizar, reconstruir, reorganizar, habitar, ocupar, cuidar, copiar, resituar, nombrar.” Lo más importante, dice Vivian, fue desautorizarse para poder colocar su voz a un lado de las demás voces. 

7. En una sesión para crear un fanzine con mujeres de toda la República, la escritora Yeni Rueda nos dijo que la palabra texto viene del latín textus, que significa tejido. Después de escucharla tomé mi celular y busqué en internet la definición de tejido. Aparecieron varias, la biológica decía: un tejido es un ensamble de células similares del mismo origen y que juntas llevan a cabo la misma función. Uno de los tres postulados de la teoría celular apunta a que “una célula viene de otra célula, desde el principio de las células.”

8. Una historia escrita, viene de otra historia escrita, desde el principio de las historias escritas. 

9. La necrosis ocular temprana es generada por la luz que irradia de todas las pantallas que nos tienen hipnotizadas a las personas que generamos adicción con un archivo en Drive que no podemos terminar de editar. ¿Por qué paso mi tiempo “libre” leyendo las palabras hechas de pixeles encima de un espacio de luz blanca que me come la retina? Porque me gusta leer a mis amigas. Pero soy consciente que escribir, leer y crear comunidad a partir de eso, es un acto político que desgasta mi cuerpo.

10. Escribimos con el cuerpo. 

11. La escritura no siempre tiene un sentido comunitario, en muchos episodios de la historia ha sido parte clave del proceso de elitización y segregación de lenguas que solo tenían un uso oral. Por ejemplo, Pierre Bourdieu en ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos (1985), describe lo que ocurrió en Francia en el siglo XIV con algunos dialectos que cedieron su territorio, principalmente en las provincias centrales, a la lengua común que se elaboraba en París en los medios cultos y era promovida por el estatuto oficial e impuesta por los usos intelectuales, es decir, escritos. Correlativamente, las lenguas regionales que eran meramente orales pasaron a ser patois (que significa “lenguaje bajo y grosero, como el del pueblo llano”) debido a la parcelación y la desintegración interna (adopción de préstamos  léxicos y sintácticos), lo cual era producto de la devaluación social de la que eran objeto. La acción de desechar a las lenguas orales para perpetuar a las escritas ha ocasionado pérdidas muy valiosas de identidades comunitarias. 

12. En una ocasión, una maestra de la Facultad invitó a la clase a un investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, para que nos contara sobre su proyecto de hacer un archivo audiovisual de un cuentacuentos. Aquel señor era un octogenario que contaba historias en una lengua mesoamericana, de la que quedaban menos de cinco hablantes, ni siquiera su propia familia la usaba, solo un poco su nieto, quien era el que había contactado al investigador. Una compañera de banca le preguntó por qué no solo escribía los cuentos en vez de filmar al señor. Él le respondió que la forma más rica de recibir el relato era viendo y escuchando al cuentacuentos, ya que representaba varias voces, expresiones facial e incluso tomaba objetos de su alrededor para hacer sonidos que crearan ambiente. El investigador nos aclaró que también tenía un archivo escrito y traducido que iba a utilizar para ponerle subtítulos a los videos. En esa clase aprendí que hay casos en que la escritura necesita de la oralidad. Mejor dicho: en todos los casos.

13. Para romper con el individualismo de la literatura y el rimbombante concepto de autoría, Cristina Rivera Garza propone el concepto de desapropiación, el cual parte de la idea de que hay que “poner en claro los mecanismos que permiten una transferencia desigual del trabajo con el lenguaje de la experiencia colectiva hacia la apropiación individual del autor”; pues una vez que se detecte esta manía a la que tiende la escritura convencional, se abrirán “horizontes de futuro donde las escrituras se encuentren con la asamblea y puedan participar y contribuir al bien común”. Es decir, escribir sabiendo que la materia prima que se usó pertenece a un espacio colectivo, viene de otros y es para otros.

14. Es una victoria sonora cuando la escritura salta a lo oral y se intensifica su uso en esta forma. En 2020, Vivir Quintana escribió la letra de Canción sin miedo y llenó la boca de miles de mujeres por toda la República Mexicana con su excipit “Y retiemble en su centro la tierra, al sororo rugir del amor”. Un himno tal vez sea la mejor muestra de escritura y comunidad. Era de una y ahora es de todas. Aunque, seguramente, la canción de Vivir fue creada con la intención de que nos perteneciera. Incluso, me atrevería a decir que también lo escribió con todas (nuestras experiencias).

15. Tlazolteotl-Ixcuina es la diosa mexica del tejido (y del algodón, pues éste brota de los cabellos de Cintéotl y él a su vez brota del cabello de Tlazoltéotl acorde al Códice Borbónico). En las pinturas que hay de ella comúnmente aparece con tejidos, los cuales representan funciones generativas que están ligadas al nacimiento, como sugiere Catherine Berlo en su artículo “Beyond bricolage: Woman and aesthetic strategies in Latin América”. Esta figura mítica simboliza y muestra que tejer es un acto de creación que resguarda la vida. 

16. Los textos crean y resguardan la vida de las historias de su comunidad. Y la comunidad es la vida en su más iridiscente expresión.

17. Este ensayo no lo escribí para mí. Tampoco lo escribí sola.


Sujaila Miranda

Fotografía de portada: Miguel Ignacio Rodríguez