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Meditaciones sobre la encarnación. Visiones metafísicas de un joven que ya no es joven

Ensayo Literatura Reencarnación

agosto 19, 2021

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Hoy por la tarde llovió y el sol salió al poco rato. Recordé aquella vez en 2018 o 17 quizá, en la que escribí una pequeña frase que decía: “Cuando llueve y hay sol es como un secreto bien contado.”

De pronto me sentí en el verano de aquellos años, y sentí que mi cumpleaños estaba cerca, aunque en este preciso momento es mayo, y sí, mi cumpleaños está cerca, pero no tan cerca como cuando ya es verano.

Miré las hojas del Durazno que en invierno solo eran raquíticos palos y alguna sensación de paz emergió entre ellas, que recién florecieron en primavera, y que corrieron de nuevo con la desgracia de no tener ningún fruto de esas flores. Salvo por uno pequeño y verde que se oculta entre la masa de hojas que me parece es más para los pájaros que nos visitan, que para mí.

Recordé que este cumpleaños venidero es el número 30 y en el reflejo del sucio cristal del Chevy que tenemos aparcado en el patio, reconocí mi edad. Me sentí viejo y llegando tarde a la vida.

Porque aún no tengo un título universitario, aunque esas cosas me importan menos de lo que me importan las flores hoy en día. Aún así, me sentí desguanzado, sobre todo cuando recordé que en realidad no sé lo que es tener pareja o tener seguridad económica, que dadas las circunstancias de este plano terrenal, me importan casi tanto como las flores.

Entonces, me dije al misterioso reflejo, un singular deseo:

“Me gustaría tener la sabiduría de ahora y tener 10 años menos”.

Después de una intuición repentina asomó un pensamiento extraño que me explicaba que en mi vida pasada había pedido específicamente esto, pero cuando había cumplido ya los 40 años en ese entonces.

Descubrí felizmente que mi deseo había sido cumplido y que quizá ahora que estoy en los albores de mis 30, soy tan sabio como quise ser antes.

Supuse que era la edad perfecta.

Por un momento imaginé la posibilidad de tener 20 años y esta vaga sabiduría que cargo. En ese onírico espacio no pude ver sino un destino miserable. Lleno de privaciones y de formas de ser y actuar con plena consciencia del dolor de los otros y las cosas que los hacen ser quienes son y quien creen que son.

Hoy, al momento de escribir este insulso montón de párrafos, puedo decir que gocé de mi ignorancia. Ya que mis 20s, a pesar de estar llenos de un sufrimiento específico, no tienen comparación con el sufrimiento de ahora.

Pero paradójicamente la vida no es más obscura que en ese entonces.

Solo es un poco más abrumadora.

Como quien sabe que hay flores en el Durazno que no se convierten en fruto y que hay frutos destinados a la putrefacción.

Aún así, el Durazno florece cada primavera y yo sigo con esta vida cuyo destino es un misterio o una canción que apenas puedo tararear.

*Este texto es parte de la serie «Meditaciones»


Andrés Woreley: A uno le gusta la idea de poderse definir de esta u otra manera. Pero es cierto que eso que vemos en el espejo, por casualidad tiene forma y cuerpo, y vagamente entendemos lo que es.

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